Aquel día, el 7.º de Caballería no estaba organizado como cuando partiera de Fort Lincoln el mes anterior, con cuatro batallones de tres compañías repartidos en dos alas. Días atrás, y después del relativo fiasco que supuso la expedición al río Tongue del ala izquierda del 7.º al mando del mayor Reno (su contraproducente insubordinación a punto estuvo de costarle un consejo de guerra), Custer decidió disolver alas y batallones en el regimiento: para la nueva expedición que Terry le confió el 21 de junio, cada compañía respondería directamente ante él hasta nueva orden.
Cuatro días después, hacia las 10 de la mañana del 25 de junio, Custer aprovechaba el primer alto reglamentario tras partir del campamento de la divisoria para devolver al 7.º su organización en cuatro batallones. Según testigos presenciales, lo hizo “con lápiz y papel” en un aparte de diez minutos con el ayudante regimental, el teniente Cooke, quien luego lo comunicó por escrito a los distintos jefes de compañía. Por desgracia, la gran libreta de órdenes de Cooke se perdió en la masacre, dejando sin fácil respuesta una intrigante cuestión: ¿se restablecía únicamente la anterior distribución del regimiento en batallones, o también su original división en alas?
La muerte en combate de Custer dejó como únicos responsables del desastre y blancos de la justicia militar a sus dos inmediatos subordinados, el mayor Reno (teniente coronel interino) y el capitán Benteen (mayor interino); y lo que más convenía a la personal estrategia defensiva de ambos –y a su más loable deseo de preservar el honor del regimiento– era afirmar que Custer mantuvo el mando directo sobre los cuatro batallones, y que las órdenes confusas o inexistentes bajo las que tuvieron que actuar los suyos no les dejaron obrar de modo diferente.
El auto exculpatorio testimonio de los mandos supervivientes, con su implícita acusación a Custer de irresponsable e incompetente, debería cogerse con pinzas. El brillante y dilatado historial de Custer como comandante de tropas a caballo –tanto en la guerra regular como en la irregular– bastaría para poner en entredicho tales acusaciones; pero su mejor refutación parece hallarse en la mera observación de los hechos sucedidos el 25 de junio de 1876.
Desentrañando la organización del 7.º de Caballería
En su parte oficial, redactado pocos días después de la batalla, el mayor Reno hacía alusión a esa orden “emitida en el Yellowstone que anulaba la organización en Alas y Batallones, pero Custer me informó de que ya asignaría mandos sobre la marcha”. Y en efecto así lo hizo. Todo parece indicar que Custer, “sobre la marcha” y sin apenas detenerse, no solo recreó sus cuatro antiguos batallones, sino que dividió de facto al 7.º en sus originales Ala izquierda y Ala derecha: la primera dirigida por él mismo, la segunda por Reno. Y por mucho que este afirmara haber recibido tan solo el mando del 2.º batallón del regimiento, un hecho que silenció significativamente toda su vida lo desmiente: Custer también puso a sus órdenes el personal de plana mayor que integraba el cuartel general de su Ala desde el principio mismo de la campaña, y que a la sazón constaba de un teniente ayudante, un teniente habilitado de ingeniero, dos médicos con sus respectivos asistentes, un cabo, un trompeta de órdenes, cinco ordenanzas y un escribiente. No se trataba de una escolta o “guardia de honor”, sino de un equipo destinado a elaborar, transmitir y verificar la ejecución de las órdenes del comandante con la rapidez y eficiencia posibles. También el capitán Benteen, al comienzo de la campaña, dispuso de su propia plana mayor como jefe de Ala; pero cuando estas se disolvieron el personal fue reincorporado a sus compañías, sin volver a sus órdenes cuando asumió el mando del 4.º batallón el día 25. Obviamente porque, a diferencia de Reno, ya no era jefe de Ala.
Queda patente, por tanto, que Reno entró en acción con una plana mayor de 15 miembros que incluía sanitarios, luego complementada con un guía experto –Reynolds– y un destacamento de exploradores arikaras y sioux; y que Custer, por su parte, cabalgó al frente de los batallones Keogh y Yates con una plana mayor de 18 miembros, sanitarios incluidos, más un guía experto –Bouyer– y una partida de exploradores absarokas. A ningún otro de los jefes de batallón del 7.º de Caballería –Benteen, Keogh y Yates– se le asignó explorador alguno, ni ningún sanitario, ni más “personal de plana mayor” que el asistente al que eran acreedores por su condición de oficiales.
Pongamos ahora nuestra atención en el flujo de los acontecimientos: la gran pista india que el 7.º de Caballería está siguiendo por Ash Creek se bifurca en dos cerca de su confluencia con el Little Bighorn, continuando un ramal por la orilla izquierda y el otro, más reciente, por la derecha. En consecuencia Custer divide el regimiento en dos para seguir ambas pistas. Cada mitad está acompañada por una plana mayor de similares características, complementadas ambas por personal médico, guías y exploradores. La mitad derecha, que podemos llamar Ala derecha no solo por su ubicación y por seguir la orilla derecha del río, sino por constituirla los mismos batallones que integraron el Ala Derecha desde su salida de Fort Lincoln, marcha en busca del enemigo interponiendo entre ella y la mitad izquierda (o Ala Izquierda, por idénticas razones) una larga cadena de imponentes farallones y un río crecido de escarpadas orillas. Es obvio que tales obstáculos entrañarán dificultades para que ambas alas puedan comunicarse o incluso mantener contacto visual. Y esas dificultades no terminarán con el éxito del ataque simultáneo concebido por Custer. Los derrotados hostiles tendrán que ser perseguidos estrechamente hacia el norte, empujándolos hacia la columna de Terry e impidiéndoles huir al oeste o cruzar el río y dispersarse hacia el este. Así pues, durante kilómetros y kilómetros ambas alas deberán operar separadas por el río, en disposición de abortar prontamente cualquier intento de los fugitivos de desviarse a izquierda o derecha. Salta a la vista, por tanto, la razón que habría movido a Custer a reconstituir las alas del 7.º: la particular naturaleza de la misión encomendada por Terry, que hacía inevitable maniobrar con dos mandos operativos separados por terreno adverso, pero capaces de actuar rápida e independientemente en respuesta a lo que intentara el enemigo.
A esta bien fundada hipótesis objetan algunos estudiosos un hecho a su parecer determinante: al comienzo de la jornada, el batallón Benteen fue despachado a la izquierda en misión de exploración y flanqueo por el propio Custer, y no por su “comandante de ala”, el mayor Reno. Esta circunstancia confirmaría lo que siempre sostuvieron Reno y Benteen, que todos los batallones estuvieron siempre bajo el mando inmediato de Custer. Tal objeción, sin embargo, ignora el hecho de que Custer dio aquella orden cuando todo el regimiento estaba reunido al pie de la divisoria y –muy significativamente– con el capitán Benteen en vanguardia. En aquel momento era apremiante despachar una columna de flanqueo que evitase la escapatoria del poblado de Ash Creek, así que Custer confió la misión a las tropas que sencillamente tenía más adelantadas, las del capitán Benteen. Este dato crucial –que Benteen, en vanguardia del regimiento, recibió sus órdenes antes que ningún otro mando– lo corroboraron tanto Reno como Benteen ante el tribunal que instruyó su caso.
Y aun cuando tal formalidad, como ellos aseguraban, no hubiera existido, y el ayudante regimental no hubiera firmado una “Special Order No. X” poniendo los batallones del ala izquierda bajo Reno, sí tenemos perfecta constancia de que, durante la marcha por Ash Creek, Custer envió primero a Benteen y luego a Reno una misma orden: cruzar el Little Bighorn y cargar a los hostiles acampados en el valle. De manera que cuando Custer se separó definitivamente de Reno siguiendo la pista india que subía por los farallones de la derecha del río, lo hizo bien convencido de que los batallones de la izquierda acabarían reuniéndose en el valle para dar el ataque que les había ordenado, y que Reno dirigiría entonces la actuación de ambas unidades con ayuda de su plana mayor y en virtud de su rango: cualquier Orden Especial en ese sentido habría sido perfectamente superflua. Y en efecto así ocurrió: ambos batallones acabaron a las órdenes de Reno, si bien su unión no se verificó en el valle como previera Custer, sino en las alturas de la margen derecha a las que Reno se había retirado.
Todo lo anterior hace más que evidente la intención de Custer de hacer operar al 7.º de Caballería en dos alas semi independientes, en una jornada en la que preveía una fulminante acción militar seguida de una larga, exigente y agotadora persecución por ambas orillas del Little Bighorn. Que esto último era su mayor preocupación lo desvelan sus propias palabras al desviarse de la pista del Ash para atacar el gran poblado desde la derecha del río. Al acercarse a una zona encharcada, instó a los jefes de compañía a no dejar beber demasiado a los caballos –“un trago y sobre la marcha”, recordaría un soldado superviviente– porque “aún les queda muchísimo que andar este día”; Custer ya sabía que el campamento hostil se hallaba a solo 6 km de distancia, así que solo podía referirse a la dura persecución que les esperaba. Y poco después, cuando asistía desde los farallones a la estampida del poblado, un ordenanza despachado hacia Reno recordaba así las últimas palabras que le oyó pronunciar: “¡Keogh! ¡Hay que hacer que sigan corriendo así aunque sacrifiquemos la mitad de los caballos del regimiento!”
La inquebrantable confianza de Custer en la victoria contrasta con su manifiesta preocupación ante la posibilidad de que los fugitivos lograran zafarse de la persecución y dispersarse lejos de Terry. La división del regimiento en sendas alas, dirigidas por el coronel y el teniente coronel del regimiento con sus respectivas planas mayores, debió adoptarla no solo como una opción operativa válida para batir a los hostiles que encontrara, sino como la más idónea para encauzar la persecución en la dirección que marcaba el plan de Terry: la desembocadura del Little Bighorn.
Excelente artículo
He leído bastante sobre la batalla y éste me parece un enfoque muy novedoso e interesante y de alguien que sabe de verdad de historia militar.
He leído todo lo que ha caído en mis manos sobre la batalla. Conozco un detalle que hubiera resultado gracioso de publicar. Visité el Little Bighorn Battlefield National Monument en 2003, y pertenecí durante unos años a los Friends of the Little Bighorn Battlefield. Allí descubrí el listado de los componentes del Regimiento, y encontré a George Horn, Prívate de la Compañía D, nacido en 1843 en “Andalusia – Spain”, alistado en Jan 12 – 1872, y participante en la Hilltop fight. A través de su presidente Bob Reece me enteré que fue condecorado y licenciado honorablemente al concluir su compromiso, creo que en 1878, de eso no estoy seguro. Español, pues, de pura cepa.
¡Gran aporte, muchas gracias!
George Horn nació en España –”in Andalusia, Spain” según sus papeles de alistamiento, quizá en Málaga según un diario local– el año 1843. De madre española, su padre sin embargo era irlandés; quizá un antiguo soldado del regimiento de Irlanda, que estuvo acuartelado en distintos puntos de Andalucía en las décadas anteriores a su disolución, ocurrida precisamente en Málaga el año 1818. Sus soldados fueron trasladados a los regimientos Rey, Asturias y Princesa, de cuartel también en Andalucía, lo que reforzaría un poco más la conjetura. Esa hipotética tradición militar en la familia explicaría los consecutivos alistamientos de George Horn en el ejército estadounidense, y que fuera considerado por éste un soldado ejemplar.
Horn firmó sus papeles de enganche en Nueva York el 12 de enero de 1872, pero no sentó plaza en la compañía D del 7.º de caballería, al mando del capitán Weir, hasta un mes más tarde, en Chester (Carolina del Sur). Durante ese año y el siguiente su compañía estuvo en Alabama y Tennessee empleada en “Reconstruction Duty”, o sea en la vigilancia de los estados sureños, y posteriormente fue destinada –con la compañía I del capitán Keogh– a Minnesota y Dakota como escolta de la Comisión Fronteriza Internacional que estableció la frontera con Canadá por el paralelo 49 en 1873 y 1874. Acuartelados en Fort Totten, durante el siguiente año Horn y su compañía recorrieron literalmente miles de kilómetros patrullando Dakota del Norte y Montana, hasta que en abril de 1876 marcharon a Fort Abraham Lincoln para participar con todo el regimiento en la expedición del general Terry contra los hostiles de Toro Sentado. George Horn estaba singularmente bien preparado para la ardua campaña que se iniciaba, pues según recordaba su camarada Fremont Kipp, “Horn montaba el caballo más resistente que jamás haya visto”. De hecho, cuando un soldado de la infantería de Gibbon se ofreció, tras la batalla de Little Bighorn, a llevar despachos al general Crook aventurándose por territorio hostil, el caballo que se le dió para desempeñar la peligrosa misión fue, precisamente, el zaíno del soldado Horn.
El comportamiento de Horn durante la fatídica batalla mereció la admiración de sus camaradas y el elogio de sus superiores. Lo cierto es que su compañía fue, entre las que sobrevivieron a la masacre, la que actuó con mayor bizarría: tras marchar en cabeza al socorro del mayor Reno, atacó en solitario Sharpshooter Hill para despejarla de hostiles, acto seguido acudió al rescate de un puñado de exploradores cercados a orillas del río por los sioux, y una hora después volvió a avanzar en solitario hasta la colina bautizada más tarde con el nombre de su capitán, Weir, en un vano intento de enlazar con Custer. Finalmente quedaron cercados con el resto del regimiento en la Colina de Reno, una mala posición defensiva expuesta en casi toda su extensión a los francotiradores hostiles apostados en Sharpshooter Hill, de manera que cualquier movimiento de los soldados atraía de inmediato el fuego de docenas de tiradores. Así y todo había que alimentar con un constante flujo de cartuchos la barrera de fuego que mantenía a raya a los hostiles, y los encargados de ello tuvieron que exponerse a pecho descubierto para llevarlo a cabo. El primero en intentarlo en la compañía D fue un viejo amigo de George, el soldado Holden, un inglés que había ingresado de recluta en la compañía el mismo día que él. Al verlo arrastrando a duras penas un pesado saco de cartuchos mientras una lluvia de balas salpicaba el suelo a su alrededor, Horn se levantó sin vacilar de su posición de tirador y corrió en su auxilio, ayudándole luego a repartir los paquetes de munición a lo largo de toda la línea sin hacer caso del fuego que se cebaba en ellos. El teniente Edgerly, al mando de la compañía tras la muerte del capitán Weir poco después de la batalla, recomendó “a los soldados Henry Holden y George Horn para la Medalla de Honor del Congreso por llevar munición a los hombres de primera línea bajo un fuego insoportable y sin mostrar el menor temor”. Dos años después Holden recibía su Medalla de Honor pero no así Horn, algo que Edgerly siempre creyó una inexplicable injusticia.
George Horn dejó el 7.º de Caballería en Fort Rice al término de sus cinco años de servicio, pero en febrero de 1877, ya de vuelta en Nueva York, se alistó en el 3.º Regimiento de Artillería, acuartelado en el vecino Westchester. Por fin, a principios de 1882 y estando de cuartel en San Agustín de la Florida, George Horn se licenciaba definitivamente del ejército “como soldado –así se lee en su expediente– de carácter austero, muy firme y de absoluta confianza”.
En el Cementerio Militar de Danville hay una tumba marcada con una lápida y una escueta inscripción: “George Horn – Cavalry – August 16th, 1917”. ¿Reposarán allí los restos de nuestro malagueño? Si así fuera, habría fallecido a los 74 años…
Muy buena información sobre George Horn. Llevaba años intentando saber algo de él.
Leí una vez que salió algo sobre Horn en un diario de Málaga, pero nunca lo pude encontrar.
Sabía que se había licenciado en Fort Rice en 1877 pero que se había perdido ahí su pista.
Gracias
Gracias por el comentario. Hubo otro andaluz de apellido Horn, un año mayor que George pero nacido en La Fernandina (Jaén), que sirvió en el ejército estadounidense de 1862 a 1867: Edward Horn, soldado en la compañía F del 97.º de Pennsylvania. No sería descabellado pensar que ambos fuesen hermanos, hijos de aquel veterano irlandés que sirvió en Andalucía…
Pues es muy probable, dos Horns españoles y con un año de diferencia…, hermanos